Animales sueltos

El cuidador del elefante de un zoo sabe que los animales grandes significan grandes problemas. En el relato que da título al libro, Joseph, que le enseña el oficio, ha perdido un brazo en las fauces de un tigre de bengala; Sandy, que lleva la sección de los simios, vive y hace el amor de perfil, porque cuando trabajaba en una investigación en la selva africana, una madre gorila le desgarró la cara de un mordisco. Y él se dedicará a juegos muy peligrosos con la inmensa Marysue… En el espléndido Hogar, dulce hogar, Pat y Clyde son asesinados cuando se disponían a cenar. El escenario, un tranquilo barrio residencial, con unos tranquilos vecinos, los Mitchell, cuyo perro descubrirá a los muertos. Y el lector descubrirá mucho más, sobre Pat, sobre la perfecta señora Mitchell, sobre las densas corrrientes subterráneas que esconden los personajes menos exóticos… En Conservación, Mary, la hija de un célebre, poco convencional pintor, que ha hecho de padre y madre para ella, y ahora que está enfermo quiere ser embalsamado y conservado como una obra de arte, restaura los fantasmales dioramas de animales salvajes pintados en un museo por un colega de su padre, también célebre, también homosexual, ya muerto… En el irónico, divertido El colobo rojo de la señorita Waldron, una infatigable rebelde, contemporánea de Tarzán de los monos, descubre la absoluta libertad en el África poscolonial.

Como una moderna Scheherazade, con un registro que va desde el gótico negro profundo al humor más cándido y más cáustico, Hannah Tinti deja bien claro en este primer libro de relatos que es una de las auténticas revelaciones de los últimos tiempos. Originales y seductores, estos once relatos en los que humanos y animales se relacionan de muy diversas maneras, y la «otredad» de la vida animal a menudo ilumina la tensión de vidas al límite, consiguen combinar la tensión del género negro con una escritura audaz, que esquiva las convenciones.