El fin de Selb

El detective Selb emprende una nueva investigación. El cliente, Bertram Welker, lo ha encontrado por casualidad: un accidente de coche en una calle cubierta de nieve. El asunto parece interesante: la banca Weller & Welker tiene doscientos años de historia y -quizás- un socio oculto.

Una vez más Selb debe rendir cuentas con el pasado de Alemania: ese pequeño banco de negocios ha superado el desafío de la Primera Guerra Mundial, las crisis de 1929 y una terrible inflación, el advenimiento del nazismo, el hundimiento del Tercer Reich y la unificación tras la caída del Muro. En las trampas de su historia se esconde un secreto que conduce al homicidio.

Con el personaje de Selb, Schlink ha creado uno de los detectives más simpáticos de la literatura contemporánea. Gerhard Selb había sido juez en los tiempos de la locura nazi. Ahora tiene cerca de setenta años (mal llevados), es un solitario, le gusta la sambuca y vive una interminable historia con Brigitte, una mujer más joven que él. Agudo psicólogo (en la mejor tradición del policiaco alemán), socarrón e inteligente, está dotado además de un sutil sentido de la ironía. Nunca se comporta como un frío analista de las experiencias humanas; por el contrario, se implica a fondo con los protagonistas de los casos que le son encargados. Quizás porque con frecuencia se ve obligado a investigar el pasado de su país, un pasado que ha marcado su propia vida.

Las novelas que tienen por protagonista a Selb, merecedoras de numerosos premios, han figurado durante semanas en las listas de libros más vendidos de Alemania y han sido traducidas a diversas lenguas, lo que les confiere categoría de clásicos.